jueves, 9 de diciembre de 2021

In memoriam

 Un mundo que agoniza/Caballos en la niebla.

                     (Em memoria de José)


El mundo es un arroyo, una brizna de hierba, un grano aventado de avena,

una mies.

Amanece en la ería, y la noche de súbito sube hacia el roble, 

perfecta noche estrellada.

Ramón, que me lee el pensamiento, me dice

¿Cómo seria el abuelo de joven?

Y yo había creído ver a ese joven taciturno, hecho de pedazos de tierra,

esculpido en montañas. al ritmo exacto de la siega, las patatas.

No cabe conciencia del miedo, ni moral, en esa oquedad del mundo.

¿Qué moral pedirle al aire, a los árboles, al ciego

destino del hambre?

Y los caballos.

Habíamos ido cerca del Alto  a buscar caballos salvajes.

Paramos a coger a su amigo: dos jóvenes de más de 60 años

   -Ponte detrás de la cerca¡ 

  me dice el mayor.

Se abrieron las cancelas, el piafar y la niebla.

Los caballos pasaron como una exhalación y ellos dos detrás

corriendo ágiles, echando el lazo a los invisibles caballos.

Volvieron sudorosos, yo diría que alegres.

  Esa altivez callada.

La tierra es ese grano de avena, esa luz, ese arroyo.

El animal  que somos se conmueve y cobija, cede y se abandona

al mundo en su danza siniestra.

Somos el despertar de las estrellas estériles.

Navegamos sin tregua en el indecible éter.

Un mundo desaparece cuando la terca muerte nos acecha, un mundo 

cosido a nuestros párpados y manos.

La tierra es ese grano de avena, esa luz, ese arroyo.

A ella vuelves.

   (que la tierra te sea leve)

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